SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ


SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ



SANTIFICARSE AL GUSTO DE DIOS

Con gozo hemos recibido la Exhortación Apostólica del Papa Francisco "Gaudete ex exultate", sobre la llamada a la santidad en el mundo actual.

El santo padre, ha procurado encarnarla en el contexto en el que vivimos, con los riesgos y desafíos que presenta nuestro mundo y nuestra sociedad, sabiendo que todos hemos sido llamados a ser santos. No podemos olvidar lo que nos recuerda San Pablo en la Carta a los Efesios:hemos sido elegidos para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor (Ef 1,4).

Como modelo de mujer consagrada que supo encarnar la santidad en el momento en que vivió, podemos fijarnos en Sor Ángela de la Cruz, que se tomó muy en serio el tema de la santidad, y no sólo para ella, sino que vivió constantemente el deseo de transmitirla a otros, que los demás también desearan y alcanzaran la santidad. De tal forma lo vive que llega a decir: lo único importante en esta vida es santificarse y hacer la voluntad de Dios.

Sor Ángela pone en su vida los cimientos necesarios para poder vivir la santidad, que no sea como una casa edificada en arena, que se derrumba ante la primera dificultad, y así llega al convencimiento de que la santidad que no está basada en la virtud de la humildad es falsa.

Ha llegado a experimentar la fuerza de la humildad en su vida que se atreve a decir: la humildad no tiene fin, es como el mar.

El día a día vivido con este deseo de ser santos, nos hace pensar en nuestras debilidades, en las imperfecciones e incluso llegamos a creer que no es posible. El Papa Francisco nos lo advierte y recuerda y recuerda en la exhortación: cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al crucificado y dile: Señor, yo soy un pobrecillo, pero tu puedes realizar el milagro de hacerme un poco mejor. (Gaudete ex exultate, 15)

Sor Ángela fue consciente en cada momento de su nada, de lo que suponía vivir el abandono de Dios, pero está convencida que ahí es donde hay que santificarse, llegando a la conclusión que quería santificarse al gusto de Dios.

Y su lección mejor aprendida, y su modelo a imitar es Cristo Crucificado: Al ver a mi Señor Crucificado deseaba con todas las fuerzas de mi corazón imitarle...

Tan convencida estaba de esta realidad que afirma: no hay nadie que viva sin cruz y el que huye de una, encontrará otra mayor.

Quería vivir abrazada a los pies de Cristo Crucificado y que el Calvario fuera su escuela de santidad: con mi Jesús Crucificado pasar las penas y las alegrías, allí aprender y enseñar, vivir y morir. (Apuntes de ejercicios y retiros, 462)

Esta experiencia de contemplar la Cruz le lleva a un convencimiento que le persigue toda su vida: No ser, no querer ser, pisotear el yo.

Lo insiste a sus Hijas, y con frecuencia se lo recuerda en las cartas que les escribe. Algunos ejemplos que podemos citar: Aunque trabajen con celo, pero no tanto en lo material que descuiden lo espiritual, teniendo presente que una sola cosa es necesaria, salvarse; llegando cada una al grado de santificación que Dios le pide. (Carta a la Comunidad de Arjona, 10 de marzo de 1897)

En otra ocasión escribe: Que dichosa es la religiosa que, como nosotras está tocando continuamente las miserias de la vida y los desengaños de la experiencia. Todo se reduce a la nada, en un soplo desaparecen las mayores ilusiones, y la nada y la corrupción de nuestro cuerpo es lo que queda y nada más. (Carta a la Comunidad de Ayamonte, 14 de abril de 1886)

La misión que emprende Sor Ángela y sus hijas al cuidado de los más pobres y enfermos, solo tiene sentido en Cristo. No se puede entender de otra manera. La entrega de la vida amando a los más pobres, es manifestar el amor a Cristo, haciendo saber que la santidad es vivir en unión con él y los misterios de su vida... morir y resucitar constantemente con él. (Gaudete ex exultate, 20)

Nos recuerda el Papa Francisco en la Exhortación: esta santidad a la que el Señor te llama, irá creciendo con pequeños gestos. (Gaudete ex exultate, 16)

Muy clara tenía Sor Ángela esta idea, a lo largo de su vida podemos encontrar pequeños gestos llenos de amor y de caridad, que solamente son posibles en la medida de que se realizan por amor a Cristo. Ha llegado a un convencimiento más: lo más esencial de la santidad está en cumplir cada uno con sus deberes; no está en hacer cosas grandes ni extraordinarias, sino en lo que Dios va presentando como venido de su mano. 

Sor Ángela había concebido toda su vida como una misión, de hecho no tendría sentido sin sus hijas y la atención a los más pobres. Fue capaz de descubrir qué es lo que Dios esperaba de ella, y también a la misma vez, qué quería de la Compañía de las Hermanas de la Cruz.

Este convencimiento no le viene de ninguna revelación, sino de su vida de contemplación de Dios, del cuidado de su vida interior y de esforzarse por poner en práctica tantas virtudes como adornaron su vida:

¡Cuántas luces recibe el alma en este santo ejercicio de la oración! Nuestro Señor la ilumina, le hace comprender la nada de esta vida, la une a su Divino Corazón y le descubre todo lo que necesita para seguir firme en el camino emprendido en su amor.

Nos dice el Papa Francisco: en la medida en que se santifica, cada cristiano se vuelve más fecundo para el mundo. (Gaudete ex exultate, 33)

Sor Ángela, en la vivencia de su vida, "escondida en Dios", encontró la fecundidad. Hoy en día su ejemplo sigue vivo, su carisma sigue siendo actual y el testimonio de sus hijas, las Hermanas de la Cruz, siguen llevando a Dios a los hombres y mujeres de nuestro mundo. 


D. Juan José Infante Barroso
Sacerdote.
Revista Hermanas de la Cruz



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