SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ HOMILÍA DE JUAN PABLO II
SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ
HOMILÍA DE JUAN PABLO II
Sevilla, 5 de noviembre de 1982
Señor Cardenal,
Hermanos en el Episcopado,
queridos hermanos y hermanas:
1. Hoy tengo la dicha
de encontrarme por vez primera bajo el cielo de Andalucía; esta región hermosa,
la más extensa y poblada de España, centro de una de las más antiguas culturas
de Europa. Aquí se dieron cita múltiples civilizaciones que configuraron las
peculiares notas características del hombre andaluz.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz. Vosotros disteis al Imperio romano
emperadores, filósofos y poetas; ocho siglos de presencia árabe os afinaron la
sensibilidad poética y artística; aquí se forjó la unidad nacional; de las
costas cercanas a este “Guadalquivir sonoro” partió la formidable hazaña del
descubrimiento del Nuevo Mundo y la expedición de Magallanes y Encano hasta
Filipinas.
Conozco el origen apostólico del cristianismo de la Bética,
fecundado por vuestros Santos: Isidoro y Leandro, Fernando y Juan de Ribera,
Juan de Dios y el beato Juan Grande, Juan de Ávila y Diego José de Cádiz,
Francisco Solano, Rafaela María, el venerable Miguel de Mañara y otras muchas
figuras insignes.
El recuerdo cariñoso de tanta riqueza histórica y
espiritual, es mi mejor saludo a vuestro pueblo, a vuestro nuevo arzobispo, a
los Pastores presentes y a todos los españoles, especialmente a los venidos de
Canarias; pero, son sobre todo la voz prestada a quien tanto ha dado a vuestras
gentes: a mi queridísimo hermano y vuestro amado cardenal que nos acompaña.
2. En este marco sevillano, envuelto como vuestros patios
por la “fragancia rural” de Andalucía, vengo a encontrar a las gentes del campo
de España. Y lo hago poniendo ante su vista una humilde hija del pueblo, tan
cercana a este ambiente por su origen y su obra. Por eso he querido dejaros un
regalo precioso, glorificando aquí a sor Ángela de la Cruz.
Hemos oído las
palabras del Profeta Isaías que invita a partir el pan con el hambriento,
albergar al pobre, vestir al desnudo, y no volver el rostro ante el hermano,
porque “cuando des tu pan al hambriento y sacies el alma indigente, brillará tu
luz en la oscuridad, y tus tinieblas serán cual mediodía”.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz. Parecería que las palabras del Profeta
se refieren directamente a sor Ángela de la Cruz: cuando ejercita heroicamente
la caridad con los necesitados de pan, de vestido, de amor; y cuando, como
sucede hoy, ese ejercicio heroico de la caridad hace brillar su luz en los
altares, como ejemplo para todos los cristianos.
Sé que la nueva Beata es considerada un tesoro común de
todos los andaluces, por encima de cualquier división social, económica,
política. Su secreto, la raíz de donde nacen sus ejemplares actos de amor, está
expresado en las palabras del Evangelio que acabamos de escuchar: “El que
quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la hallará”.
Ella se llamaba Ángela de la Cruz. Como si quisiera decir
que, según las palabras de Cristo, ha tomado su cruz para seguirlo. La nueva
Beata entendió perfectamente esta ciencia de la cruz, y la expuso a sus hijas
con una imagen de gran fuerza plástica. Imagina que sobre el monte Calvario
existe, junto al Señor clavado en la cruz, otra cruz “a la misma altura, no a
la mano derecha ni a la izquierda, sino enfrente y muy cerca”. Esta cruz vacía
la quieren ocupar sor Ángela y sus hermanas, que desean “verse crucificadas
frente al Señor”, con “pobreza, desprendimiento y santa humildad”.
Unidas al sacrificio de Cristo, sor Ángela y sus hermanas podrán
realizar el testimonio del amor a los necesitados.
En efecto, la renuncia de los bienes terrenos y la distancia
de cualquier interés personal, colocó a sor Ángela en aquella actitud ideal de
servicio que gráficamente define llamándose “expropiada para utilidad pública”.
De algún modo pertenece ya a los demás, como Cristo nuestro Hermano.
La existencia austera, crucificada, de las Hermanas de la
Cruz, nace también de su unión al misterio redentor de Jesucristo. No pretenden
dejarse morir variamente de hambre o de frío; son testigos del Señor, por
nosotros muerto y resucitado. Así el misterio cristiano se cumple perfectamente
en sor Ángela de la Cruz, que aparece “inmersa en alegría pascual”. Esa alegría
dejada como testamento a sus hijas y que todos admiráis en ellas. Porque la
penitencia es ejercida como renuncia del propio placer, para estar disponibles
al servicio del prójimo; ello supone una gran reserva de fe, para inmolarse
sonriendo, sin pasar factura, quitando importancia al sacrificio propio.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz. 3. Sor Ángela de la Cruz, fiel al
ejemplo de pobreza de Cristo, puso su instituto al servicio de los pobres más
pobres, los desheredados, los marginados. Quiso que la Compañía de la Cruz
estuviera instalada “dentro de la pobreza”, no ayudando desde fuera, sino
viviendo las condiciones existenciales propias de los pobres. Sor Ángela piensa
que ella y sus hijas pertenecen a la clase de los trabajadores, de los
humildes, de los necesitados, “son mendigas que todo lo reciben de limosna”.
La pobreza de la Compañía de la Cruz no es puramente
contemplativa, les sirve a las hermanas de plataforma dinámica para un trabajo
asistencial con trabajadores, familias sin techo, enfermos, pobres de
solemnidad, pobres vergonzantes, niñas huérfanas o sin escuela, adultas
analfabetas. A cada persona intentan proporcionarle lo que necesite: dinero,
casa, instrucción, vestidos, medicinas; y todo, siempre, servido con amor. Los
medios que utilizan son un trabajo personal, y pedir limosna a quienes puedan
darla.
De este modo, sor Ángela estableció un vínculo, un puente
desde los necesitados a los poderosos, de los pobres a los ricos.
Evidentemente, ella no puede resolver los conflictos políticos ni los
desequilibrios económicos. Su tarea significa una “caridad de urgencia”, por
encima de toda división, llevando ayuda a quien la necesite. Pide en nombre de
Cristo, y da en nombre de Cristo.
La suya es aquella caridad cantada por el Apóstol Pablo en
su primera Carta a los Corintios: “Paciente, benigna..., no busca lo suyo, no
se irrita, no piensa mal...; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo
lo tolera”.
4. Esta acción testimonial y caritativa de sor Ángela
ejerció una influencia benéfica más allá de la periferia de las grandes
capitales, y se difundió inmediatamente por el ámbito rural. No podía ser
menos, ya que a lo largo del último tercio del siglo XIX, cuando sor Ángela
funda su instituto, la región andaluza ha visto fracasar sus conatos de
industrialización y queda sujeta a modos de vida mayoritariamente rurales.
Muchos hombres y
mujeres del campo acuden sin éxito a la ciudad, buscando un puesto de trabajo
estable y bien remunerado. La misma sor Ángela es hija de padre y madre venidos
a Sevilla desde pueblos pequeños, para establecerse en la ciudad. Aquí
trabajará durante unos años en un taller de zapatería.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz. También la Compañía de la Cruz se nutre
mayoritariamente de mujeres vinculadas a familias campesinas, en sintonía
perfecta con la sencilla gente del pueblo, y conserva los rasgos
característicos de origen. Sus conventos son pobrecitos, pero muy limpios; y
están amueblados con los útiles característicos de las viviendas humildes de
los labriegos.
En vida de la Fundadora, las Hermanas abren casa en nueve
pueblos de la provincia de Sevilla, cuatro en la de Huelva, tres en Jaén, dos
en Málaga y una en Cádiz. Y su acción en la periferia de las capitales se
despliega entre familias campesinas frecuentemente recién venidas del campo y
asentadas en habitaciones miserables, sin los imprescindibles medios para
afrontar una enfermedad, el paro, o la escasez de alimentos y de ropa.
5. Hoy, el mundo rural de sor Ángela de la Cruz ha
presenciado la transformación de las sociedades agrarias en sociedades
industriales, a veces con un éxito impresionante. Pero este atractivo del
horizonte industrial, ha provocado de rechazo un cierto desprecio hacia el
campo, “hasta el punto de crear entre los hombres de la agricultura el
sentimiento de ser socialmente unos marginados, y acelerar en ellos el fenómeno
de la fuga masiva del campo a la ciudad, desgraciadamente hacia condiciones de
vida todavía más deshumanizadoras”.
Tal menosprecio parte de presupuestos falsos, ya que tantos
engranajes de la economía mundial continúan pendientes del sector agrario, “que
ofrece a la sociedad los bienes necesarios para el sustento diario”.
En esa línea de defensa del hombre del campo, la Iglesia
contemporánea anuncia a los hombres de hoy las exigencias de la doctrina sobre
la justicia social, tanto en lo referente a los problemas del campo como al
trabajo de la tierra: el mensaje de justicia del Evangelio que arranca de los
Profetas del Antiguo Testamento. El Profeta Isaías nos lo recordaba hace
algunos momentos: si partes tu pan con el hambriento, “entonces brotará tu luz
como la aurora ... e irá delante de ti tu justicia”.
Llamada actual entonces y hoy, porque la justicia y el amor
al prójimo son siempre actuales.
A lo largo del siglo XX, el campo ha cambiado, por fortuna,
algunas condiciones que lo hacían inhumano: salarios bajísimos, viviendas
míseras, niños sin escuela, propiedad consolidada en pocas manos, extensiones
poco o mal explotadas, falta de seguros que ofrecieran un mínimo de serenidad
frente al futuro.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz. La evolución social y laboral ha
mejorado sin duda este panorama tristísimo, en el mundo entero y en España.
Pero el campo continúa siendo la cenicienta del desarrollo económico. Por eso
los poderes públicos deben afrontar los urgentes problemas del sector agrario.
Reajustando debidamente costos y precios que lo hagan rentable; dotándolo de
industrias subsidiarias y de transformación que lo liberen de la angustiosa
plaga del paro y de la forzosa emigración que afecta a tantos queridos hijos de
esta y de otras tierras de España; racionalizando la comercialización de los
productos agrarios, y procurando a las familias campesinas, sobre todo a los
jóvenes, condiciones de vida que los estimulen a considerarse trabajadores tan
dignos como los integrados en la industria.
Ojalá las próximas
etapas de vuestra vida pública logren avanzar en esa dirección, alejándose de
fáciles demagogias que aturden al pueblo sin resolver sus problemas, y
convocando a todos los hombres de buena voluntad para coordinar esfuerzos en
programas técnicos y eficaces.
6. Para progresar en ese camino es necesario que la fuerza
espiritual y amor al hombre que animó a sor Ángela de la Cruz; que esa caridad que
nunca tendrá fin, informe la vida humana y religiosa de todo cristiano.
Sé que Andalucía nutre las raíces culturales y religiosas de
su pueblo, gracias a un depósito tradicional pasado de padres a hijos. Todo el
mundo admira las hermosas expresiones piadosas o festivas que el pueblo andaluz
ha creado para vestir plásticamente sus sentimientos religiosos. Por otra
parte, las cofradías y hermandades creadas a lo largo de siglos, han obtenido
influencia en el cuerpo social.
Esa religiosidad popular debe ser respetada y cultivada,
como una forma de compromiso cristiano con las exigencias fundamentales del
mensaje evangélico; integrando la acción de las hermandades en la pastoral
renovada del Concilio Vaticano II, purificándolas de reservas ante el ministerio
sacerdotal y alejándolas de cualquier tensión interesada o partidista. De este
modo, esa religiosidad purificada podrá ser un válido camino hacia la plenitud
de salvación en Cristo, como dije a vuestros Pastores.
7. Queridos andaluces y españoles todos: La figura de la
nueva Beata se alza ante nosotros con toda su ejemplaridad y cercanía al
hombre, sobre todo al humilde y del mundo rural. Su ejemplo es una prueba
permanente de esa caridad que no pasa.
Ceremonia de
Beatificación de Sor Ángela de la Cruz.
Ella sigue presente entre sus gentes con el testimonio de su
amor. De ese amor que es su tesoro en la eterna comunión de los Santos, que se
realiza por el amor y en el amor.
El Papa que ha beatificado hoy a sor Ángela de la Cruz,
confirma en nombre de la Iglesia la respuesta de amor fiel que ella dio a
Cristo. Y a la vez se hace eco de la respuesta que Cristo mismo da a la vida de
su sierva: “El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus
ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras”.
Hoy veneramos este misterio de la venida de Cristo, que
premia a sor Ángela “según sus obras”.
Fuentes: www.hermandades-de-sevilla.org
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