LA MAÑANA DE PASCUA

En esta mañana de Pascua, durante la Edad Media, se hacía en muchas iglesias una procesión en la que se presentaba la llegada de las santas mujeres al sepulcro y su diálogo con los ángeles. Hoy día, en muchos pueblos y ciudades de nuestra patria se conserva la costumbre de celebrar la expresiva procesión del encuentro de Cristo resucitado con su Madre, la Virgen. Todo es blanco en esta mañana radiante, hasta el manto de la Dolorosa.
En la mañana de Pascua tuvo lugar la primera aparición de Jesús a María Magdalena. Ella estaba llorando, sola, junto al sepulcro. Creía que lo había perdido todo. "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas? Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré". Ve a Jesús y no lo reconoce; las lágrimas le impiden ver que tiene ante sí al mismo a quién buscaba, al llorar no reconoce a quién lloraba. La vista, los sentidos no sirven ya para reconocer a Jesús en su nuevo estado de cuerpo resucitado. "Entonces Jesús le dijo: María". Hasta ese momento no había reconocido ni el rostro ni el aspecto ni la voz de Jesús. Pero al oír pronunciar su nombre es liberada de su desconfianza y enviada a anunciar el gozo de la resurrección.
Hoy todos somos enviados a los hermanos para encontrar y ver en la fe a Cristo resucitado. ¡Él está en los demás! Lo encontramos en donde haya dos o más reunidos en su nombre. En la asamblea litúrgica de este domingo de Pascua podremos vivir la alegría en la certeza final y el gozo de ver al Señor presente en el sacramento de la Eucaristía. Ser cristiano es creer en la resurrección de Cristo, es creer que la muerte se torna en vida, la tristeza en gozo, la prueba en gracia. El cristianismo es luz y alegría.
Ángel Pardo.
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