PREGÓN DE 1996


Y es cierto que aquella iniciativa de Felipe Bononato de culminar las celebraciones de Semana Santa con la procesión de Cristo Resucitado se ha consolidado y llega este año a esa decisiva cita del Domingo de Pascua constituida ya en Agrupación Parroquial. Y es cierto que con repiques de campanas y con salmos triunfales se proclamará una vez más la buena nueva de la Resurrección. 

Y es verdad que se está consolidando a nivel de cofrades comprometidos la idea de dar a esta procesión el realce y el esplendor que corresponden a su alto significado. 

Pero me vais a permitir que no incurra en triunfalismos ni entone un cántico de gloria. Me vais a permitir que en vez de la sonora exclamación con la que se suele ir terminando el Pregón, os deje colgado en el aire de esta dominica de Cuaresma un interrogante que, al menos a mi, me abruma y me perturba. 

Porque en vez de exclamar jubiloso "¡Cristo Vive!" como figura retórica con que poner punto y final, yo os pregunto: ¿Cristo Vive?

¿Vive Cristo en nosotros? ¿Impregna su palabra nuestra existencia? ¿Guía nuestros pasos, nuestro caminar por la vida?

Porque Jesús Resucitado no puede ser solo el estrambote final a unos días intensamente vividos. No puede ser un simple colofón, ni el repique final, ni la culminación a una representación escénica. 

Qué cierto es que no hay Resurrección sin Pasión y Muerte. Pero que verdad es también que hay resurrecciones retóricas, autocomplacientes, como hechas a la medida. Y esas resurrecciones no nos sirven para nada. O al menos, nos sirven para muy poquito. 

Porque Resucitar para no seguir viviendo en nosotros sería una baldía, un milagro sin sentido. Resucitar para que no aceptemos a Cristo entre nosotros es una contradicción flagrante, una burla cruel, un desprecio injustificado. 

Resucitar para no ser una constante en nuestra vida, en nuestra palabra y en nuestra obra es limitar la Pascua a una simple procesión. 

¿Vive Cristo? 

Jesucristo Resucitado
nos trae la buena nueva.
Un ángel recién llegado
del sepulcro de la cueva
dice que estamos salvados.

Ya no está Jesús burlado, ni Cristo crucificado
ni el Divino maniatado, ni el que va con la cruz cargado
ni el cruelmente flagelado, ni el que anteayer fue enterrado.

Y se levanta en El Puerto
la losa sepulcral
y desde la Prioral
nos llega el murmullo incierto
que habla de un Cristo muerto
cuando su vida es real. 

Pero... ¿Vive realmente Cristo?

Si.
Vive pisoteado,
por muchos despreciado
y por otros maltratados. 
Y aunque llega la primavera
con repique general
que viene de la Prioral,
no es esto lo principal.

Lo que es fundamental
es que veamos a Cristo
en este y en ese hermano,
que no nos tomemos en vano
su divina enseñanza
y aprendamos a vivir
en una eterna bonanza
que nos lleve a decir:
"¡Es verdad que Cristo Vive!"
Lo vio quién esto escribe
en el pobre, en el humilde,
en el viejo y en el nño,
y en todo el que con cariño
proclama la Resurrección
y musita una oración.

¡Que Cristo ya no está muerto
porque vive entre nosotros,
entre sus hijos de El Puerto!


Miguel Ángel Zambruno Cerdán
Texto extraído del libro del Pregón
editado por el Consejo Local de 
Hermandades y Cofradías.



    

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