PREGÓN DE 2004



De principio a fin la Semana Santa está bañada de Luz.
 
    Una mezcla de tristeza y alegría sacude el corazón de un cristiano cuando se dispone a revivir la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Esa mezcla, producida al recordar a Cristo sufriendo y a Cristo Resucitado, nos permite no perder jamás la esperanza, porque detrás de todo el sufrimiento padecido por amor hacia el hombre, está la presencia de Cristo Vivo de la que, en numerosas situaciones de la vida, Él nos ha hecho participar y hemos sido testigos de su fuerza, de su poder y de su permanencia.
 
    Con la esperanza de tener a Jesús resucitado entre nosotros nos adentramos en una Semana Santa que para el cofrade es soñada, anhelada y mágica.
 
    Esperamos con ansias ver a nuestros cristos y a nuestras dolorosas atravesar las calles, deseamos con ilusión vestir la túnica nazarena, necesitamos hacer penitencia y oración bajo el anonimato del antifaz que nos cubre el rostro, seguimos con la mirada el pausado caminar de cada paso de Misterio y de Palio que nos sumergen en escenas de la vida de Jesús, sentimos un cúmulo de emociones que harán asomar las lágrimas a los ojos, respiramos el aire nuevo de la primavera, olemos el peculiar y único aroma del azahar florecido y sobre todo, somos privilegiados con el don de la Fe.
 
    Por eso, sin olvidar que hay todo un proceso por el que llegamos a la verdadera Vida, no nos apartaremos desde el principio de aquello que nos aguarda en el final.
 
    Las puertas de la Iglesia Mayor Prioral, cuna y memorial de la Luz y la Alegría de la Resurrección, serán las que se abran de par en par y desde allí iniciaremos el Camino, proclamaremos la Verdad y alcanzaremos la Vida.
 
 
Si no sabes todavía
que Cristo ha resucitado
y permanece a tu lado
cada momento del día;
si te falta la Alegría
y andas a rumbo perdido,
es porque nunca has sentido
la cima de la Pasión,
que es la fiel Resurrección
que Dios nos ha prometido.
 
 
 
Si dices no haber tenido
más Cristo que un Cristo muerto,
si tu vida es un desierto
por el que marchas caído,
si te sientes desvalido
abre a Dios tu corazón;
aprende bien la lección
y proclama con María
que la más pura Alegría
está en la Resurrección.
 
Si quieres vivir el don
más preciado del cristiano,
si buscas a un Dios cercano,
si no haces oración,
es hora de conversión
para tu alma cofrade.
Cristo vive y Tú lo sabes,
Cristo en ti ha resucitado,
no sigas aletargado
en tantas oscuridades.
 
Él calma tus tempestades,
es vencedor de la muerte
y por amarte y quererte
a ti, cristiano y cofrade,
quiere ofrecerte la llave
de la Evangelización.
¡Lleva la Resurrección
a quienes dicen que ha muerto;
que se sepa que en el Puerto
sigue vivo nuestro Dios!
 
Y si te falta la voz
y te quedas sin aliento
y vives el descontento
de los que dicen que No,
que no está Vivo el Señor,
tú sobre todo, confía
y verás cómo María
te ayuda y te da la fuerza
para cantar las proezas
con Fe firme y Alegría.
 
Porque pasó al tercer día
de la Pascua celebrada,
que Cristo se despertaba
y la vida amanecía.
La mañana aparecía
plena y radiante de luz,
tuvo sentido esa Cruz
que estremeció al mundo entero.
Vacío quedó el madero
en el que murió Jesús.
 
 
 
Si quieres vivirlo Tú
ve a caminar a su vera,
respira esa primavera,
que rompe la esclavitud;
siente la nueva inquietud,
ten un corazón abierto,
y permanece despierto
para afianzar tu Fe,
porque Tú sabes que Él
resucitó entre los muertos.
 
Resucitó entre los muertos,
y con él despertarán
desde la Iglesia Prioral
todas las gentes del Puerto.
Y Resucitó el Maestro
que nos dio cuanto tenía;
nos ha dejado a María,
para que todos los hombres,
cuando pronuncien su nombre
siempre tengan su Alegría.
 
Francisca de Asís Durán Redondo
Texto extraído de la web Del Consejo
 Local de Hermandades y Cofradías



En uno de sus primeros poemas, cuenta la historia de la creación del Mundo y que Dios quiso hacerse hombre y envió al Angel a anunciarle a María que sería la madre de Jesús. Destacamos parte de ese poema:

Y María contestó:
lo que Dios quiera, lo acepto.
Soy una humilde sirvienta
de sus hermosos deseos.
 
Soy Rosario Doloroso
que rezan los indefensos,
los débiles en la Fe,
los moribundos y enfermos;
 
soy saeta en primavera,
soy la Entrega por entero.
Soy martinete en la fragua
y bulería en el ruedo.
 
Soy Palio en Semana Santa,
soy Piedad y Desconsuelo,
soy Dolor y Sacrificio
con los pesares del Puerto.
 
Soy Amargura y me duele
ver a mi gente sufriendo,
soy Consolación y Lágrimas,
soy el hombro y el pañuelo
 
donde se seca los ojos
la Soledad de mi Puerto.
Soy Rocío de tu alma,
Carmen para el marinero,
 
soy una Alegría inmensa,
Alegría, porque espero
que no pierdas la Esperanza,
pues de mi Gracia estás lleno.
 
Soy esclava de la cruz
y un SÍ más grande no tengo.
Si quieres pedirme más,
pídemelo y te lo ofrezco.


Francisca de Asís Durán Redondo
Texto extraído de la web del Consejo 
Local de Hermandades y Cofradías



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