COMIENZA LA SEMANA SANTA

Mueve a meditación contemplar a Jesús sentado sobre un pollino, en medio de tanto tumulto y aclamaciones y ramos agitados. Jesús sabe a donde va, por eso avanza entre la multitud con ánimo sereno. Es consciente de que los aplausos del domingo de ramos se tornarán en silencio, insulto o petición de muerte dentro de pocos días.
Hoy comienzan de nuevo los días de la Pasión con los mismos papeles y actores que la primera vez: los espectadores indiferentes, los que se lavan las manos siempre, los cobardesque afirman no conocer a Cristo, los verdugos con sus látigos y reglamentos. Y la misma víctima dolorida, infinitamente paciente y llena de amor, que dirige a todos su mirada de interrogación, de ternura, de espera. Y se siguen distribuyendo los papeles, para que empiece el drama. ¿Quién interpreta a Simón de Cirene? ¿Quién quiere ser Judas? ¿Quién va a hacer de Verónica?
La Pasión no basta con leerla en el texto evangélico; hay que meditarla, asimilarla, encarnarla en la propia vida pudiendo ser el actor que queramos. El relato de la pasión nos hará ver a lo vivo los signos del sufrimiento de Cristo, que es traicionado, escarnecido, cubierto de esputos, flagelado y crucificado. Su ejemplo altísimo de docilidad a Dios y de cumplimiento de la voluntad divina es la más esclarecedora expresión y el gesto más profundo y auténtico de amor, que llega hasta derramar la última gota de sangre para salvar a todos.
Entremos, pues, en la Semana Santa; entremos en el Misterio Pascual que hoy se inicia, disponiéndonos a vivir estos días en sintonía perfecta con Cristo.
Andrés Pardo.
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