LA RESURRECCIÓN EN EL ARTE


Cristo Resucitado

A pesar de que las representaciones de la Resurrección de Cristo suelen tener un aire triunfal, no es el caso de la obra que comentamos en esta ocasión. Realizada en 1490 por Bartolomé Suardi "Bramantino",esta técnica mixta sobre tabla no siempre fue considerada como la representación de un resucitado. Durante un tiempo se creyó que mostraba a un varón de dolores o a un ecce homo, hasta que una revisión del modelo iconográfico arrojó algo de luz sobre la duda. 

Considerada una de sus obras maestras, en ella muestra la influencia que en sus primeros trabajos tuvo su maestro Donato Bramante (Diseñador de la Basílica de San Pedro del Vaticano). Siguió la tradición propia del Quattrocento italiano, conocida como realismo inmóvil. Cristo aparece de pie, de frente, mostrándonos las heridas de su pasión que, con realismo, se dibujan en sus manos y en el costado que tapa con su túnica. El dibujo tiene una gran precisión, mostrando el virtuosismo de su técnica en los dedos, el brazo extendido y en la musculatura. 

Bramantino hace un uso de la luz con connotaciones dramáticas, empleando para construir las formas y volúmenes un trazo lineal y gráfico muy definitorio. También mostró un gran interés por los aspectos teóricos de la arquitectura y la perspectiva, como se puede observar por el tratamiento que le dio al fondo. Destaca la luna, que ilumina un paisaje en el que se ven estructuras arquitectónicas de características clásicas. En la representación de la luna, el artista muestra el contraste de claros y oscuros, las conocidas "manchas de la luna". En un entorno pétreo y ruinoso, podemos ver a la derecha la sepultura del huerto de Getsemaní. A la izquierda, un paisaje con un río por el que navega un barco de un sólo mástil y dos tiendas de campaña. Sólo los dos hombres que viajan en él rompen el aislamiento de la escena. Hay quien ha visto en esto el reflejo del mito griego de Caronte, el encargado por los dioses de cruzar las almas de los fallecidos al Más Allá.

El autor usó todos sus recursos para acrecentar la Pasión de Cristo, quien mira al espectador con los ojos enrojecidos. Su expresión transmite el dolor más profundo y la angustia de un sufrimiento extremo. No hay sangre ni violencia, pero sus ojos y su cara lo dicen todo. La palidez mortecina del torso, contrasta con los tonos más rojizos y vivos empleados en el rostro, el cabello y las manos. El clasicismo monumental de la figura de Cristo, la atención hacia la perspectiva, la palidez fantasmagórica, la expresión lívida y su rostro agónico, todo ello desasosiegan y perturban. Cristo tiene el alma herida, así nos lo muestra el abismo de tristeza de sus ojos de resucitado.

Toda una obra de arte, que muestra cuan diferentes pueden ser los enfoques que se le den a este tema y que podemos disfrutar de forma permanente en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. 


Iván García de Quirós
   

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