PREGÓN DE 2007
RESURRECCIÓN
Y aquí, señoras y señores, no hay más horizonte que el de Cristo Resucitado. ¡Cuántas veces olvidamos que no podemos quedarnos en el Jesús de la Cruz! Tiene la fortuna El Puerto de Santa María de que, como signo de una fidelidad cristiana renovada, sea su cofradía más joven, la más recientemente erigida, la que enarbole la Vida con mayúsculas, el aliento ‘resurrector’ que fundamenta nuestras creencias, aquel mismo que el Dios Padre de la Creación insufló a su obra, aquél mismo soplo vital que condujo a Israel por el desierto, el que nos procura pleamares de gloria cuando el Domingo de Pascua se revista un año más de este misterio de los misterios.
Hermandad jubilosa, trabajadora y fértil encuentro a sus plantas. Esa que enriquecerá, ya mismo, lo que la liturgia subraye como la madre de todos los momentos importantes que los cristianos tenemos a lo largo del año. Hermandad tan viva como Cristo pero … ¿cuánto queda aún en las cofradías portuenses del sentimiento entrañable, de cercanía para con este Resucitado que -aunque en otras imágenes- ya ocupara unos pasos y otros que, sucediéndose en el tiempo, dieron altares procesionales al Rey de la Vida? No podía ser de otro modo para quienes hemos de ser siempre espléndidos en el fervor a Cristo en la manifestación gloriosa de su triunfo sobre el sepulcro.
Quiero descubrir a Jesús, bajo la luz de esa mañana. Quiero descubrir a Jesús en la gente joven que marca el sino de la cofradía. Quiero descubrir a Jesús en la leve sonrisa de esa bendita y novísima Virgen que irradia Alegría desde el esbozo sereno de unos labios que parecen transitar desde el rictus de dolorosa, con timidez, con su secular y prudente distancia también en la expresión de los sentimientos, hacia esa satisfacción plena y evidente.
Y Ella descubrió a Jesús. Y nosotros lo descubriremos siempre desde la convicción de que las calles de El Puerto reconocen su Vida sobre la Muerte ya desde el primer momento de la Pasión. Y por esa misma regla de tres queda la penitencia postrada en sus filas. Quizá más como agradecimiento de su Divina Redención que como ascético ejercicio de sufrimiento. Su Resurrección necesitó del holocausto pero ya todo venía marcado por el sino de la Vida. Así, los signos que asumimos cada Semana Santa en la herencia bendita de su Pasión queden también en la conmemoración pascual.
Por ello penitentes en torno a Cristo Resucitado. Por ello nazarenos alentando, con el sacrificio de la penitencia, una Vida que nos requiere trabajando por ella aun cuando la Divina Misericordia del Señor nos regale permanentemente esa Resurrección que cierra la Semana Santa portuense. Don de la vida fértil que en nuestras manos queda es ése que procuramos ganarnos a diario con nuestra labor en pro de un mundo mejor.
Pero llega la Semana Santa para decirnos que nuestras penas no lo son porque nos falte la ofrenda de una muerte que culminó en la Vida con mayúsculas. Pero llega la claridad de esa jornada luminosa para alentar en nosotros una esperanza nueva. ¡Cristo de las resurrecciones diarias, haznos merecedores de esa gloria que irradias desde el paso del mejor domingo que pueda soñarse jamás! ¡Cristo Resucitado, sigue regalándonos tu vida que nosotros seguiremos vistiendo esa gloria de penitente!
En El Puerto se reviste
la Gloria de penitente,
es la visión de una tierra
que se sabe convincente
en la impresión vivaracha
de que la Pasión se siente
cuajada ya de Alegría
porque la vida presiente.
¿No está ya Resucitado
aunque el azote reciba?
¿No advierte luz pese al peso
quien con la Cruz camina?
¿No es Redentor seguro
quien el Viernes Santo expira?
¿No es una bendición
saberlo pleno de vida?
Pues del mismo modo sabe
la Pascua de la Pasión,
que el sentido penitente
no termina en la estación.
Pecadores de por vida
vístese la procesión
de nuestro aliento contrito
pese a su Resurrección.
¡Mas por ella hay perdón!
¡Mas por ella llega el Reino!
¡Mas por ella, es por ella
que más fruto da el empeño!
¡Resurrección que en la gloria
no se olvida de aquel Leño
es más gloria porque
acucia una esencia que ya enseño!
¡Entre blancos capirotes
sueño, pues, la algarabía!
¡Entre blancos penitentes
vivo contigo, Alma mía!
¡Entre gozo de campanas,
Resucitado te arrías!
¡¡Eres la gloria bendita
de esta tierra no marchita
que en la Pascua resplandece
con la Madre y su Alegría!!
Gabriel Álvarez Leiva
Texto extraído de la web del Consejo
Local de Hermandades y Cofradías
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