LA RESURRECCIÓN EN EL ARTE
LA RESURRECCIÓN EN EL ARTE
Cristo Resucitado se aparece a su Madre
En el mes mariano por excelencia, traemos a comentar una obra donde Cristo Resucitado se encuentra con su Madre. Pintada al óleo por el autor gótico flamenco Roger Van der Weyden en torno a 1442, la obra forma parte de un retablo compuesto por tres paneles que el rey Juan II de Castilla donó a la Cartuja de Miraflores, cerca de Burgos. Actualmente es propiedad de la Gemäldegalerie de Berlín.
Este artista llegó a ser el más influyente del Norte de Europa durante el siglo XV. Inició su carrera junto a Robert Campín (Maestro de Flémalle) llegando a ser todo un virtuoso del volumen, el claro-oscuro, el detalle y la idealización del retrato. Su estilo moderno para la época, le reportó una amplia fama que llegó a todos los rincones de Europa. Sus obras rebosan expresividad y suelen contar con una fuerte carga dramática. Se preocupó de representar con bastante realismo los sentimientos y sensaciones de sus personajes. Cuidaba bastante la composición de la escena y la iconografía. Su obra fue evolucionando desde el gótico hierático hacia las líneas sinuosas y fluidas, como se pueden observar en los cuerpos y los ropajes.
El tema central de todo el retablo es la Virgen María y su relación con Cristo. En el panel izquierdo, la Virgen está orando ante el Niño en el portal; en el central, forma una Piedad junto a Cristo muerto en su regazo; y en el de la derecha (éste del que tratamos), Cristo se aparece para poner fin a su dolor. Dios nace hecho hombre, muere en la Cruz para remisión de nuestros pecados y, finalmente, invita a María a participar de forma directa en la historia de la salvación. María, la Nueva Eva, que redime a la humanidad del Pecado Original y restaura, corredentora, la Antigua Alianza.
El pasaje que recoge la presente obra no es narrada por ninguno de los evangelistas. No así lo que acontece al fondo, en el que se representa la Resurrección de Jesús ante la sorpresa de los soldados que custodiaban el sepulcro. De camino se puede ver a las mujeres que llevan ungüentos y perfumes para el cuerpo de Cristo. La cercanía entre la tumba y la casa de María indican que el autor quiso representar que Cristo se apareció primero a su madre, como regalo por su fidelidad y amor.
La escena principal tiene lugar en el interior de una pequeña habitación definida por dos columnas que se prolongan hacia un edificio mayor cubierto por una bóveda ojival que encierra el “espacio sagrado”. María, con un tocado blanco y un amplio manto azul, interrumpe su rezo del libro de las horas, que queda cerrado sobre un banco de madera, sorprendida, como así lo demuestran sus manos, por la aparición de su hijo resucitado envuelto en un manto rojo y que le enseña las llagas de pies y manos. Las mejillas de María aparecen surcadas por varias lágrimas de emoción. La escena está circunscrita por un arco de medio punto con una serie de pequeñas escenas acogidas bajo doseletes que refieren distintos pasajes de la vida de María, y las figuras de San Juan y San Pablo. Sobre la clave del arco, un pequeño ángel sostiene la corona de la Victoria y un pergamino. Además toda la orla del manto de María está recorrida por los versos del Magníficat.
El marco original debió de ser similar al actual pero no en color oro. El color debería haber sido similar al de los arcos pintados, por lo que el marco de verdad parecería una continuación de la estructura arquitectónica pintada, aumentando así la ilusión óptica. Frente a la simetría de los elementos arquitectónicos, las dos figuras cortan diagonalmente el espacio, encontrándose las miradas en el centro del mismo. Los elementos de la composición giran en torno al centro geométrico. El rojo, cálido y vertical del manto de Cristo; el azul, frío y triangular del de María; las manos de ambos en perfecto equilibrio. Y la actitud de Cristo que avanza hacia María, su madre, en un reposo contenido.
Iván García de Quirós.
Comentarios
Publicar un comentario