LA RESURRECCIÓN EN EL ARTE


Cristo Resucitado con las dos Marías en el jardín de José de Arimatea.

En la historia del arte son conocidos los vaivenes en cuanto a gustos y modas. Si a finales del XVIII estaba en alza el movimiento neoclacisista (que intentaba aproximarse al Renacimiento), a mediados del XIX surgió una corriente artística en Inglaterra que rechazaba su concepción de la obra de arte por considerarla elegante, pero vacía y carente de sinceridad. Se llamaron a si mismos Prerrafaelistas. Defendían el regreso al detallismo minucioso y al colorido luminoso de los autores anteriores a Rafael, a los que consideraban auténticos. Uno de sus fundadores y máximos exponentes fue William Holman Hunt, de quién hoy traemos esta interesante obra. 

Este óleo, comenzado en 1847 pero no presentado en sociedad hasta finales de siglo, nos muestra a Cristo Resucitado, triunfante, que se encuentra con María Magdalena y "la otra María" (tal y como dice textualmente Mt 28,9) que vienen de vuelta de ver el sepulcro vacío y encontrarse con un ángel. Las mujeres caen a los pies de Jesús, besándolos y ofreciéndole su manto. Esto es importante ya que corrobora que Cristo se apareció en forma humana y no como espíritu. Representa una prueba tangible, física, de Jesús Resucitado.

Las obras de Hunt concedían una gran atención al detalle, mostrando un color vivo y un elaborado simbolismo religioso. La inclusión de objetos banales que contextualizan la pintura, le permitían enriquecerla, otorgándole gran importancia al hiperrealismo: palmeras orientales, una pulsera, la vasija con los óleos o el trabajo sobre las vendas de amortajar, que hacen las funciones de paño de pureza, y que aún cuelgan de los brazos de Cristo. Su anatomía está cuidada hasta el mínimo detalle, mostrándolo como un jóven barbilampiño de pelo castaño, casi pelirrojo. Su búsqueda por la perfección, se puede apreciar en la herida del costado provocada por la lanzada. Al contrario de lo habitual, ésta se sitúa en el lado izquierdo, que es donde realmente está el corazón. Intentaba conciliar religión y ciencia, documentándose cuidadosamente de todo cuanto pintaba.

Hunt desarrolló una técnica pictórica particular que permitía que los colores tuviesen el brillo y la luminosidad que buscaba. Uno de los elementos que más llaman la atención es el contraste del vendaje blanco, el cielo rojizo del amanecer temprano y, sobre todo, el arco iris multicolor que hace las funciones de halo sagrado entorno a Cristo.

Después de un temprano ateísmo, Hunt tuvo una conversión al cristianismo tras pintar una de sus obras más célebres (de ahí que esta obra permaneciera durante 50 años "aparcada" en su estudio. Alegaba que era incapaz de pintar algo en lo que no creía). Intentaba evangelizar (como le sucedió a si mismo) a través del arte, ayudando al público con detalles realistas que sirvieran para experimentar emocionalmente la escena. Buscaba casar realismo e iconografía, hecho y sentimiento, materia y espíritu. Crea un arte que fuera al mismo tiempo intelectual y conmovedor, popular y atractivo, objetivo y subjetivo. 


Iván García de Quirós.

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