LA CUARESMA SEGÚN... UN FOTÓGRAFO
Estas pasadas navidades, un gran amigo que me regaló el mundo de las cofradías, me pidió colaboración para hacer llegar a los seguidores del blog de mi querida Hermandad del Resucitado, cómo ve un fotógrafo, desde su visor, la Cuaresma y en sí la Semana Santa.
Y aquí estoy. Y desde aquí intentaré hacer llegar a todos los que siguen este magnífico blog, cómo un fotógrafo, que además de fotógrafo se siente cofrade y vive en cofrade, o por lo menos así lo intento, ve la Semana Santa desde detrás de su cámara fotográfica.
Mi visión igual no dista mucho de la de cualquier cofrade de a pie, o si, pero yo lo intentaría definir con una sola palabra: DETALLES...
Mi forma de ver la Cuaresma es siempre a través de detalles. Detalles que nos regala un mundo que apasiona a todo el que lo conoce a fondo, y este que les habla, tuvo la suerte de conocer sus entrañas durante un tiempo, desde dentro de una de mis hermandades. Y esos años, me sirvieron para darme cuenta de los miles de detalles que nos da el Señor en forma de Cuaresma y que no siempre somos capaces de apreciar, pero que una vez que te topas con ellos, te dejan una huella imborrable en tu interior.
Yo veo la Cuaresma a través del visor en forma de ilusión, como cualquier otro cofrade, pero dentro de esa ilusión entran miles y miles de detalles.
En mi Cuaresma mis detalles, en los que yo más me fijo, son lágrimas, son rostrillos y manos entrelazadas de una Madre sobre la que caen rosarios y más rosarios, unos de plata, otros de oro, unos de nácar... En mi Cuaresma aparecen pañuelos bordados por una madre para otra Madre, en mi Cuaresma aparecen olores de un incienso que nubla la imagen de mi cámara.
Esta es mi Cuaresma, detalles y más detalles. Los ojos de un nazareno que lleva mil historias en su mirada, la mano que cae sobre una manigueta o el costal en el que cae el peso de toda una vida. Detalles y más detalles. Una mirada de esperanza desde la acera, o un cirio color tiniebla dejando caer su cera sobre la pelota de un inocente niño, que empieza a vivir esos momentos que jamás olvidará. En mi Cuaresma hay colores, colores de unas flores que son colocadas con amor, el mismo que Él nos regala cada día.
Así veo yo la Cuaresma, y siempre captando imágenes, ya sea físicamente con mi cámara, o mentalmente. La veo a través de expresiones que nos regala el arte de las manos de un imaginero, cuando veo la mirada perdida del Señor orando en el Huerto, una mirada, que luego me lleva a ver sus manos atadas, como si de un ladrón más se tratara cuando lo veo Cautivo, y viendo esas manos, ya puedes apreciar el dolor que viene detrás. Pero no te das cuenta de verdad hasta que no ves su cuerpo lleno de heridas en el momento de su flagelación.
Así es mi Cuaresma, cámara en mano. Con un millón de fotos que salen a buscarte. Fotos en las que igual aparece el humo de un incensario como las cinco lágrimas de María del Dolor. Fotos en las que puede aparecer la mirada de ilusión de un joven nazareno o la misma mirada del nazareno pero cargada de dolor. Fotos en las que sueñas con un sol radiante el Domingo de Ramos, o con un sol que aún no calienta una mañana de Viernes Santo.
Fotos en las que aparecen cadenas que transmiten el dolor de toda una vida, y que luego te da el contraste de ver a un costalero emocionado de alegría por ver cumplido un sueño. Y te das la vuelta y la foto te la da una señora que emocionada en la acera pide por los suyos y recuerda a los que ya no están. Fotos que bajo mi forma de ver la Cuaresma no se deben pensar, sino que sólo hay que soñarlas y ya el Señor te las brindará. Porque los sentimientos no se piensan, sino que se tienen, y la fotografía cofrade es puro sentimiento. Y sueñas con una bulla que mira de cara a su Virgen entre el humo del incienso, y sueñas con una candelería encendida por una calle en penumbra, y sueñas con una luna llena iluminando el andar de cientos de nazarenos, como también sueñas con una mujer de mantilla acompañando al que al tercer día resucitará, y resucita, y el fotógrafo sueña con que esa mañana tiene un sol con una luz con más ganas que nunca, y ya sólo queda soñar con la cara de una Madre llena de Alegría, sin lágrimas, sin pañuelos, sin manos entrelazadas, pero que sigue mostrando detalles y más detalles...
Una fotografía completamente distinta a cualquier otra. En la fotografía cofrade no hay poses, no hay momentos de distracción, porque un segundo cofrade es una vida entera en tan solo una mirada, un gesto, momentos de alegría y emoción, que poco más tarde se vuelven de pena... contrastes que solo quedan reflejados en dos sitios: en tu mente y en una fotografía.
Esta es mi Cuaresma, mi Semana Santa. Igual seguramente, a la de cualquier cofrade, pero con la única diferencia de que vivo dos pasiones en una, porque sin saberlo, un día, un bendito día, sin ni siquiera darme cuenta, gracias a la Semana Santa y porque así Él lo quiso, descubrí mi otra gran pasión... la Fotografía.
Mario Jaén Martinez
Fotógrafo
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